domingo, 10 de marzo de 2013

QUE LA CRISIS NO DAÑE A TU SALUD




LOS DAÑOS MÁS FRECUENTES
  • > Dolores de espalda,
    de cabeza y digestivos
    que son expresión
    del malestar psicológico 

    > Insomnio

    > Peor control de las
    enfermedades crónicas
    como colesterol, diabetes o hipertensión tanto por
    el coste de los medica- mentos como por la menor motivación para cuidarse

    > Ansiedad y estrés

    > Depresión

    > Recaídas en pacientes vulnerables a trastornos ansioso-depresivos

    > Agravamiento
    de patologías en pacientes
    con esquizofrenia
    o trastornos bipolares

    > Aumento de tentativas
    de suicidio y muertes
    por suicidio

    > Incremento de las
    adicciones, sobre todo, alcoholismo

    > Aumento de la obesidad y de las enfermedades asociadas

    > Incremento de las dolencias cardiacas por mayores niveles de estrés

    > Agravamiento de
    enfermedades al no coger la baja laboral por miedo
    a perder el empleo

    > Mayor riesgo de
    enfermedades infecciosas por las peores condiciones de vida y las limitaciones en el acceso a la medicina pública por parte
    de algunos colectivos

    > Retrasos en los diagnósticos y tratamientos debido
    al aumento de las listas de espera por los recortes sanitarios
La crisis no sólo impacta en los bolsillos. También afecta de forma clara a la salud. Los últimos informes de Cáritas y de Cruz Roja indican que la pobreza se extiende y se intensifica y muchas familias no pueden garantizar más que una comida al día. Las estadísticas sanitarias hablan de un aumento superior al 30% en el consumo de antidepresivos y del 12% en el de tranquilizantes; y el suicidio es ya la primera causa externa de muerte. Los médicos alertan de otros indicios de que la crisis económica puede convertirse en el futuro en una crisis sanitaria: el aumento de la obesidad y de enfermedades como la diabetes tipo 2 por el consumo de alimentos más baratos y menos nutritivos; el aumento de las enfermedades cardiovasculares y las adicciones derivadas del mayor estrés; el deterioro medioambiental por la reducción de las inversiones en saneamiento de aguas, en control de emisiones, en renovación de calderas, etcétera; la reaparición de enfermedades infecciosas ligadas a las peores condiciones de vida y a que la gente no gasta en vacunas para sus animales; la supresión de programas públicos de prevención, el aumento de las listas de espera, el encarecimiento de las medicinas o la no cobertura de la atención médica a algunos colectivos por los recortes de gasto público…
Son muchos los indicios, los mensajes de advertencia y también las evidencias de que la crisis está cambiando los hábitos de muchas personas y no siempre para bien. Pero también hay estudios y voces que enfatizan que estar en crisis no justifica una dieta basada en patatas fritas y perritos calientes, que estar sin trabajo conlleva tener tiempo para cuidarse y para las relaciones personales, y que hay modelos económicos que, con una perspectiva histórica, determinan que la salud y la esperanza de vida están en relación inversa al crecimiento económico, pues en épocas de expansión hay más contaminación, más estrés laboral, más problemas de insomnio, más accidentes laborales y de tráfico… Con datos de los 80 y los 90 hay investigadores que concluyen que un aumento del 5% de la tasa de paro reduce el 0,5% la tasa de mortalidad.
Pero estas ratios globales poco tienen que ver con la realidad de los afectados por la dureza de esta crisis. “Lo que observamos en nuestro día a día es una demanda creciente de consultas sobre salud mental; nos llegan personas con cuadros de ansiedad, de depresión, de angustia; personas que se han quedado sin trabajo o que temen perderlo, que ven que su sustento peligra, que no ven salida a corto plazo, que se angustian por cómo van a sobrevivir, por cómo mantener la educación de sus hijos…”, explica David Clusa, psiquiatra y jefe del servicio de salud mental de Sant Pere Claver-Fundació Sanitaria.
Enric Aragonés, médico de familia y responsable del grupo de salud mental de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (SemFyc), subraya que el malestar y el sufrimiento psíquico no se observa sólo en personas que han perdido el empleo, la casa o están en ruina económica, sino también entre quienestienen trabajo y no han visto mermar sus recursos pero viven la actual situación de inseguridad como un factor estresante, y advierte que aunque en principio pueda parecer que esto sólo afecta a la salud mental, también repercute en aspectos físicos: “Vemos en las consultas pacientes con síntomas inespecíficos que no se corresponden con una enfermedad orgánica sino que son la expresión de un malestar psicológico, como dolores de espalda, de cabeza, problemas digestivos, mareos…; y también vemos que pacientes con antecedentes de depresión o ansiedad que estaban estabilizados ahora recaen”. 
La presidenta de la Asociación Española de Neuropsiquiatría (AEN), Eudoxia Gay, explica que “estos trastornos ansioso-depresivos son factores de morbilidad muy importantes para otras patologías, como las cardiacas, así que agravan la salud física en general”. Y recuerda que la crisis también afecta al acceso de una parte de la población a los recursos sanitarios, ahora más caros tanto por el copago de medicamentos como por la exclusión del servicio público de atención primaria de colectivos como los inmigrantes, las divorciadas o los mayores de 26 años que no han cotizado. “Esto afecta a la gente con menos recursos, a enfermos crónicos y, lo más preocupante, a enfermos con trastornos mentales graves”, dice Gay. Su impresión es que la crisis también está provocando un aumento de las adicciones, sobre todo al alcohol, la más barata.
Los especialistas advierten que las consecuencias de algunas de estas repercusiones de la crisis llegarán a medio o largo plazo y que, a pesar de la dificultad de prevenir en cuestiones de salud mental y de vivir un contexto tan adverso, conviene protegerse y trata de paliar en lo posible este sufrimiento psicológico. “Cuando estás sin empleo o con dificultades económicas deberías priorizar tu salud, porque bastante desgracia es para agravarla con más dificultades; así que aconsejo cuidar la alimentación, eliminar los tóxicos como el tabaco o el alcohol (que además cuestan dinero) y hacer ejercicio diario, moverse al aire libre para prevenir la obesidad, mejorar la salud mental y rebajar triglicéridos y colesterol”, subraya Juan Martínez Hernández, especialista en medicina preventiva del hospital Carlos III de Madrid.
Evitar sentirse culpable La presidenta de la AEN asegura que la primera medida de protección mental que deberían adoptar quienes sufren por la crisis es disminuir su sentimiento de culpa y de vergüenza. “Hay que evitar sentirse culpable, aceptar que hay un factor externo que no depende de nosotros, que nos han empobrecido; y luego buscar apoyo social, agruparse para defenderse de ello”, comenta. David Clusa explica que “desde la Fundación Sant Pere Claver intentamos precisamente que la persona no viva su crisis de forma individual, sintiendo que es un desgraciado o que ha hecho algo mal, sino que pueda compartirla en grupo y ver que hay otras personas en igual situación, que hay una parte importante de la población afectada, que cada uno tiene sus cualidades y a veces son complementarias y es posible buscar soluciones colectivas en lugar de individuales”.
El doctor Aragonés coincide en que quienes están sufriendo por la crisis no han de culparse por haber perdido el sueldo, pero alerta de que a veces pensar que la situación no depende de uno mismo, que no está en su mano cambiarla, también resulta perjudicial para el equilibrio mental porque la persona siente que no puede controlar su vida. A este respecto, Clusa aconseja desechar la idea de que no se puede hacer nada, que todo viene impuesto desde el exterior “porque por desfavorables que sean las circunstancias uno siempre puede cambiar algo de sí mismo para sentirse menos angustiado, de modo que se trata de pensar en qué circunstancias concretas se desata el malestar y tratar de controlarlas”. Tampoco se trata de exigirse no estar preocupado o de aspirar a llevar una vida totalmente libre de ansiedad, porque este es un sentimiento adaptativo, advierte.
Implicarse en actividades Entre sus consejos para afrontar las situaciones de ansiedad y estrés que provoca la crisis también figura implicarse más en el grupo familiar, profesional o social: “Que estés sin empleo o sin dinero no quiere decir que no puedas aportar cosas buenas a tu familia, a tus amigos, a tu colegio profesional, a jóvenes que empiezan…”.
Enric Aragonés subraya que uno de los retos de quienes pierden el empleo es aprender a gestionar su tiempo libre, porque para muchas personas el horario laboral es el que estructura su vida y si desaparece se desmontan. “Es importante pensar qué se va a hacer con ese tiempo libre, a qué se va a destinar: aficiones, ejercicio, actividades solidarias, familia…; y apoyarse en todos esos ámbitos para tener una visión realista de las cosas y comprender que se tienen dificultades en un área concreta de la vida (la económica) pero no todo está arruinado”, indica.
David Clusa enfatiza que a la hora de minimizar el sufrimiento que está provocando la crisis hay que priorizar a los niños y a los adolescentes. “Lo que hagamos ahora para proteger de la incertidumbre a los más pequeños va a influir en los próximos diez o quince años, porque si no promovemos que la situación de los niños sea lo mejor posible tendremos una generación perdida, con altas tasas de drogadicción, fracaso escolar y desempleo”, alerta. Y recuerda que no tener empleo no impide realizar actividades solidarias que permitan sentirse útil y ayuden a otros.
Cuidar lo que se come. El doctor Aragonés subraya que la crisis también repercute en la salud porque cuando se está desmotivado, con depresión y ansiedad, uno tiene más tendencia a no cuidarse físicamente, a adoptar estilos de vida poco saludables: comer mal, consumir alcohol, fumar más… El presidente de la Asociación Española de Nutrición Comunitaria, Javier Aranceta, dice que hay explicaciones neurobiológicas para este comportamiento: “Cuando uno tiene dificultades pierde el equilibrio emocional, y ese desequilibrio está relacionado con cambios en la segregación de serotonina y endorfina, unos neurotransmisores cuyos niveles mejoran transitoriamente con la ingesta de dulce, grasas y alimentos que hagan ruido, que sean crujientes; por eso cuando uno se siente mal busca alimentos que le proporcionan confort, como el chocolate, y eso hace que se desequilibre la alimentación, pues mientras comes esos productos compensadores no comes otra cosa”. Y explica que, en cambio, la mejor forma de quemar toxinas mentales y mejorar el equilibrio emocional es una alimentación saludable y ejercicio.
Pero lo cierto es que, cuando la crisis llama a la puerta, lo primero que se suele resentir con los recortes familiares es la dieta. “Observamos que en los colectivos con problemas lo primero que se abandona es la fruta, la verdura y el pescado, y aumenta el consumo de alimentos económicos que resultan muy saciantes, como el pan con sobrasada, los refrescos, el arroz, la pasta y la comida rápida”, señala Aranceta. Coincide en la apreciación Juan Martínez, que asegura que para reducir el gasto en alimentación las familias tienden a bajar la ingesta de proteínas y de lácteos, imprescindibles en la dieta de los niños. “Los adultos pueden reducir los alimentos proteicos o hacer sólo una comida importante al día, pero los niños no, porque con eso no se garantiza su crecimiento; los niños necesitan cinco comidas al día y que sean variadas y equilibradas, que incluyan fruta, verdura, carne, pescado y lácteos a diario”, señala.
Aranceta asegura que muchas veces es un problema de educación nutricional y de saber organizarse, porque puede comerse sano y equilibrado con pocos recursos. “La dieta mediterránea tradicional ha sido una dieta de subsistencia, así que se trata de volver a los platos tradicionales de legumbres, arroz, verduras de temporada, frutos secos…; los potajes con un poco de carne que han sido plato único en muchas etapas de nuestra historia son un buen alimento económico que vale la pena recuperar”, comenta. Y recuerda que otra manera de abaratar la cesta de la compra sin renunciar a una dieta sana y variada es diseñar menús semanales aprovechando todo lo que ya hay en casa, comparar precios en diferentes establecimientos, adquirir marcas blancas para productos de primera necesidad como leche, legumbres o yogures, comprar frutas y verduras de temporada en tiendas donde son más asequibles porque venden piezas más pequeñas o menos vistosas pero igualmente frescas, y dedicar más tiempo a cocinar, evitando los productos elaborados, más caros y menos sanos.
Juan Martínez, por su parte, alerta la necesidad de priorizar la compra de alimentos nutritivos y variados. “Cuando hablamos de que los niños necesitan proteínas hablamos de carne fresca o congelada, de pollo, de pavo, ternera o cerdo, pero no de salchichas, carne picada ya envasada, hamburguesas, embutidos o precocinados, porque contienen muchos conservantes y nitritos que resultan muy perjudiciales para los niños”. Y reprocha que a veces las familias con problemas económicos recorten drásticamente en alimentación y en cambio sigan comprando tabaco y alcohol. “Lo primero que hay que recortar son los tóxicos, que cuestan dinero, y todo lo que no es nutritivo y encima daña, como los refrescos”.
Ejercicio al aire libre Otra de las recetas de los médicos para prevenir que los problemas económicos acaben convirtiéndose en problemas de salud es moverse. “Es posible que uno no esté para pagar el gimnasio o alquilar pistas en el polideportivo, pero pasear, correr, montar en bici, hacer senderismo o realizar gimnasia en parques públicos no cuesta nada”, recuerda Aranceta. Y los especialistas en salud mental recuerdan que la actividad al aire libre y el ejercicio físico ayudan además a reducir el estrés y la ansiedad, mejoran los ritmos del sueño y contribuyen a desarrollar hábitos saludables y evitar el consumo de tóxicos. “Hay situaciones verdaderamente dramáticas, pero no se resuelven con quedarse en casa; y haber perdido el trabajo no significa que se haya acabado tu vida, así que mientras llega otro empleo es mejor hacer algo positivo”, recuerda Enric Aragonés.
No descuidar el entorno. El doctor Juan Martínez llama la atención sobre otras consecuencias de la crisis que inciden en un deterioro de la salud, como la menor inversión y preocupación por el medio ambiente. “En Grecia los niveles de emisiones contaminantes han subido mucho porque la gente, como no tiene combustible para la calefacción, quema madera; y aquí las inversiones en infraestructuras de aguas residuales se han parado, igual que los planes de renovación de calderas en las ciudades, y también se han reducido los presupuestos para asfaltado o seguridad vial, y todo eso es importante para la salud”, remarca. También recurre al ejemplo de Grecia para advertir que volveremos a ver enfermedades que se creían erradicadas y que van muy ligadas a la pobreza, como el tétanos o algunas infecciones cutáneas, y la extensión de otras muy contagiosas, como la tuberculosis, frecuente en inmigrantes de determinadas zonas del planeta, que si no pueden acudir a los médicos de atención primaria por los recortes no serán tratados hasta que estén graves y acudan a urgencias. “El impacto directo de la crisis lo estamos viendo en la nutrición y la salud mental, pero dentro de un tiempo lo vamos a ver en enfermedades emergentes importadas y en sufrimiento innecesario”, concluye el especialista en medicina preventiva

MATICES DE GÉNERO

Los médicos aseguran que la crisis no está impactando por igual en la salud de los hombres que en la de las mujeres. “La depresión, el estrés y la ansiedad, patologías que hasta ahora afectaban más a las mujeres, han aumentado de forma notable entre la población masculina porque se detecta que los hombres que se quedan en paro, además de sufrir por tener que mantener a la familia, padecen una pérdida de identidad y de autoestima”, alerta la presidenta de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, Eudoxia Gay.
La experiencia de los médicos de cabecera también es esa. Enric Aragonés, responsable del grupo de salud mental de SemFyc, opina que estas diferencias de género tienen bastante que ver con que habitualmente los hombres articulan todas sus actividades y horarios en torno al trabajo, así que si pierden el empleo pierden el centro de su vida, su función principal, y eso es fuente de sufrimiento. “Para las mujeres que pierden el empleo, las dificultades económicas son las mismas, pero normalmente no se desestabilizan tanto porque no centran su función vital en el trabajo, tienen otros centros de interés y papeles importantes en el cuidado de la familia”, justifica


Extraido de La Vanguardia.com  Mayte Rius.

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